Las bolsas plásticas son para nosotros algo totalmente cotidiano. ¿Quién no tiene en su casa una enorme bolsa o un cajón repleto de bolsitas plásticas para un uso futuro? No existe ningún lugar o actividad comercial que no esté mediada por el uso de estos empaques, aun en las plazas de mercado de los pueblos más aislados del país es normal recibir cualquier alimento, sin importar la cantidad que compres o la distancia que pienses recorrer antes de consumirlo, empacado en una bolsa de plástico.
Nuestra obsesión por este material es tal que muchas veces lo recibimos de buen gusto para contener un dulce que nos cabría en los bolsillos o para llevar la bolsa de leche (que por cierto ya viene en su propia bolsa) desde la tienda del frente hasta nuestras casas.
Pero ¿Cuál es el alboroto con las bolsas plásticas? La desventaja de este objeto es que es perfecto, para quienes nos las dan son prácticamente regaladas, se pueden almacenar muchos años sin degradarse, no pesan prácticamente nada y pueden utilizarse para cargar cosas relativamente pesadas sin romperse. Por estas razones convencer a la gente de dejar de utilizarlas ha resultado ser un fracaso total, sin importar el daño que estas pequeñas hagan al medio ambiente.
Una bolsa plástica tiene una vida útil promedio de quince minutos, después de ese tiempo en el cual nos ha facilitado la vida es desechada, cuando la bolsa va a parar a los botaderos de basura comienza para ella un lentísimo proceso de degradación que dura más de mil años durante los cuales va a liberar todo tipo de químicos tóxicos y metales pesados en el suelo. Si la bolsa llega al mar (como lo hacen más del 10 % de nuestros desechos plásticos) esto supondrá una de dos opciones, o será ingerida por un animal (ya que es común que tortugas marinas y algunas clases de peces las confundan con medusas) que morirá asfixiado o el sol y las corrientes oceánicas se encargaran de reducirla a pequeñas partículas de plástico que se adhieren a muchos de los seres más pequeños del océano, afectando la cadena alimenticia desde su base, finalmente llegando a nuestras mesas y a nuestros cuerpos.
Las personas de más de cincuenta años recordaran una época en la cual el pan se compraba en canastas, la leche venia en botella de vidrio y el hecho de que en la tienda te ofreciesen venderte una bolsita de agua en vez de regalártela en un vaso hubiese sido considerado una ofensa, lo cierto es que requeriría de una enorme determinación como comunidad volver a aquellos días y es probablemente algo que no va a ocurrir jamás, pero, si existen algunos pequeños cambios que se pueden efectuar para ayudar a reducir este problema.
Para quitar las bolsas plásticas de nuestras vidas hay que comenzar a hacer algunos cambios en nuestros hábitos de consumo, por ejemplo: a la hora de ir a la tienda hay que ser consiente de si el objeto que estamos comprando y la distancia que vamos a recorrer con el hacen que la bolsa sea realmente necesaria. Algunos almacenes están comenzando a utilizar bolsas biodegradables para empacar sus productos, preferir estos lugares presiona indirectamente a las demás tiendas para realizar este cambio. Pero, aun habiendo esta opción, lo mejor que se puede hacer para ayudar al medio ambiente es reducir la cantidad de basura que generamos, utilizar bolsas de tela o cajas de cartón para hacer mercado y reutilizar las bolsas que lleguen a nuestras manos lo más posible resulta ser la mejor opción para ayudar a proteger nuestro planeta.