Por: Sebastián Castellanos Rodríguez 

La siguiente historia  es ejemplo de un tipo de turismo, llamado turismo científico, que por siglos ha existido y se ha venido discutiendo en su teoría. Se define como aquella visitación que es motivada por el interés del individuo de realizar una investigación científica, de observar in situ un evento u objeto particular, de aumentar el conocimiento que se posee sobre dicho evento u objeto, o bien, de compartir y transferir el conocimiento personal que se posee con la comunidad científica, académica y sociedad en general (Ocampo, 2014). Existe otro enfoque como Do Anjos y compañía (2011), que lo orientan hacia la gestión del conocimiento que promueva la conservación y uso sostenible de la biodiversidad y la participación de la comunidad local. Este integra la investigación participativa para identificar, generar, acumular, salvar, recuperar y distribuir conocimiento tradicional y académico sobre la biodiversidad en el territorio. En pocas palabras, consiste en promover el desplazamiento de científicos, sea profesores con alumnos o en solitario, a un sitio para generar conocimiento hacia la sociedad, sobre los recursos naturales y su participación con la comunidad local.

Samuel es un profesor universitario que pertenece a la carrera de biología. Enseña a sus alumnos sobre acciones o métodos de conservación de especies, los procedimientos adecuados para desarrollar proyectos de protección de biodiversidad, casos exitosos y también fracasos en el manejo de biodiversidad en distintas partes del mundo.

Cada semestre, el profesor Samuel se sienta en su escritorio a diseñar los contenidos de la asignatura, orientados hacia temas actualizados y artículos científicos recientes, con el fin de enseñarles a sus alumnos las buenas prácticas para la conservación biológica. En este diseño propone la salida de campo de la asignatura, de manera que la teoría vista en clase, los artículos científicos, los debates y exposiciones en el salón, se aterrizan a la realidad. La responsabilidad de planear una salida de campo implica el cuidado de los estudiantes por parte del docente, en tanto los estudiantes deben llegar entusiasmados y con la conciencia de entender las consecuencias de desarrollar proyectos de conservación, para aplicarse cuando realicen su tesis o trabajen en un proyecto de conservación biológica.

Los científicos de campo deben lidiar, en varias ocasiones, con lugares sin agua potable, caminatas con abismos o derrumbes, pasar por ríos, encontrar serpientes, ser picado por zancudos, transitar por carreteras destapadas por horas, probar comidas exóticas de la zona, sufrir gastroenteritis en medio de la selva, fracturas de tobillo, alergias, dengue, hasta sustos con estudiantes o compañeros que no saben nadar. Siempre existirán riesgos en las salidas de campo de ciencias naturales y sociales, por ende, alumnos y profesores tienen que ser conscientes que estas situaciones pueden pasar. Se podrían prevenir algunas situaciones, y aun así es probable que suceda, porqué así es la naturaleza, la ruralidad y no la dominamos. Pero, lo más importante para un científico es elegir un sitio con garantías de seguridad, que no haya confrontaciones de fuego cruzado, retenes ilegales o minas antipersona.

Los prestadores de servicio de turismo científico tienen que velar por las condiciones mínimas que pide un científico y sus acompañantes (estudiantes o compañeros) para cumplir su objetivo de investigación, tales como un espacio donde dormir, sitios donde alimentarse, un baquiano o guía local que los lleve a los sitios de interés y no se pierdan en el sitio, y dar garantías de seguridad, que no afecten la integridad de los científicos y su compañía.

La responsabilidad de los prestadores de servicio de turismo científico es brindar datos de contexto social, económico y ambiental del sitio, para controlar las expectativas. Para muchos científicos y sus estudiantes universitarios, la salida de campo es el viaje ansiado para conocer nuevos lugares, y tener experiencias académicas y personales, que se queda en la memoria por mucho tiempo. El momento que dice: – “elegí bien lo que estudié y quiero seguir estudiando este tema” o “¿yo qué estoy haciendo aquí? Esto no es lo mío”-. En la selección del sitio el científico lo escoge por recomendación de colegas que han llevado a estudiantes y todo ha salido perfecto o porque ya ha ido previamente.

Los beneficios que brinda el turismo científico de base comunitaria, es el apoyo económico y educativo que le puede brindar a los pobladores locales ¿cuántas personas nacidas y criadas en el campo, se han graduado de biólogos bajo la inspiración de un científico que fue a investigar la biodiversidad a su finca o la de su patrón donde tuvo que guiarlo a la quebrada y ayudarle a tomar datos? ¿cuántas familias campesinas de una vereda no turística le ha llegado dinero extra por albergar a científicos?

Otros beneficios que brinda el turismo científico a la población rural vulnerable, es potencializar la oralidad histórica de su territorio, la sabiduría empírica de la población local, la ayuda económica a las familias sin necesidad de grandes inversiones, la generación de conocimiento científico en lugares poco explorados, la iniciativa de ejercer ciencia participativa, empoderamiento de la biodiversidad a la población local. Faltarían cosas por mejorar, como la accesibilidad de los datos obtenidos por los científicos a las comunidades locales, la preparación de la gestión del riesgo e inversiones en centros de salud y colegios para enseñar especies nativas del lugar y no animales de África y Asia. El turismo científico bien implementado, pone un grano de arena a una Sociedad Sostenible.