Con la crisis que sufre actualmente la Amazonia a causa de los incendios, se ha popularizado la idea que los consumidores de carne son los verdaderos responsables de esta crisis, ya que cientos de terratenientes, impulsados por el lucrativo negocio de la carne se abalanzan a la selva en la búsqueda de nuevos territorios.

En este mundo de buenos y malos, simplificar la realidad es pan de cada día. Pero, ni los veganos están salvando al mundo, ni los carnívoros lo están destruyendo. Lo importante en cualquier debate es preguntarnos, ¿Con que elementos de juicio podemos hacer afirmaciones? Y en este caso, ¿realmente soy responsable con mi dieta?, y no hablamos de una responsabilidad hacía nosotros mismos, es decir, de la composición nutricional que requerimos y de ser conscientes de ello. Hablamos de si realmente somos responsables de nuestro consumo en un sentido ecológico.

Por ejemplo, cuando consumimos algo, sabemos; ¿Dónde se produjo?, ¿Quién lo produjo?, ¿Se deforesto para obtener este producto?, ¿Se contaminaron fuentes hídricas?, ¿Se despojaron tierras?, ¿Se está pagando un salario o precio justo a las personas que produjeron estos alimentos? Todas las anteriores preguntas, se responden con un concepto y a la vez herramienta, denominada “trazabilidad”, que está ligada al reporte sobre el origen y recorrido en la producción de cualquier bien de consumo. En el caso de los alimentos se habla de la definición de la Granja a la Mesa, es decir, saber específicamente en que predios se realizó su producción, y adicionalmente saber bajo qué condiciones se obtuvo la producción, para qué el consumidor sepa el origen y las características de lo que compra.

La trazabilidad ha tenido su principal aplicación en lo que tiene que ver con el control sanitario. Por ejemplo, cobro vital importancia en el mundo con la crisis de la encefalopatía espongiforme bovina o más conocida como enfermedad de las vacas locas. La crisis por esta enfermedad en Europa derivo en la necesidad de conocer el origen de producción de estos alimentos, para realizar las respectivas investigaciones y tomar las medidas necesarias para la protección de los consumidores.

En Colombia se comenzó a explorar la necesidad de trazabilidad en la ganadería, con la ley 914 de 2004 se fundamentaron las bases para la trazabilidad bovina, posteriormente se creó la ley 1659 que reemplaza algunos elementos de la 914, sobre todo que amplía la trazabilidad a otros animales. En el 2018, se creó la ley 931, la cual crea el sistema de trazabilidad vegetal.  

Con la conciencia cada vez más grande de consumidores alrededor del mundo el mercado ya está respondiendo a la exigencia en el cumplimiento de otras variables de índole social y ambiental. Por ejemplo, en la crisis ambiental de la Amazonia, la sociedad debe seguir muy de cerca lo que se haga con las tierras que fueron quemadas. No podemos premiar mediante nuestro consumo, la depredación de la selva para el lucro de unos pocos.

La trazabilidad es el primer escalón hacia la consolidación de mercados más exigentes y conscientes, de igual forma es la columna vertebral para la formulación de políticas públicas. De los consumidores depende que se masifique este instrumento asociado a variables socio ambientales inherentes a la producción. Esta herramienta es para tener un consumo mucho más consiente y tener la certeza que lo que consumimos no está afectando los territorios.